Nadie sale absuelto de aquí

Alejandro Juárez Gamero

El 25 de noviembre de 2016 murió Fidel Castro Ruz, el último hacedor de revoluciones del Siglo XX. Abogado de profesión, político sui generis, Fidel Castro fue un hombre al que no puede uno dejar de reconocer los logros que alcanzó para Cuba sin dejar de cuestionar, al mismo tiempo, las limitaciones que impuso a las libertades civiles y a los derechos humanos.

La Revolución que encabezó y la forma en que condujo su gobierno no pueden verse en blanco y negro, sus acciones estuvieron matizadas por claroscuros, de ahí que cualquier revisión de su régimen debe hacerse a la luz del contexto nacional e internacional que le tocó en suerte, para entender el avance y el impasse en que se encuentra la Revolución cubana.

Hablar de Fidel y de Cuba no es fácil.

I

Es probable que Fidel Castro no haya muerto tranquilo. A pesar del deterioro físico causado por sus nueve décadas de vida nunca dejó de ejercer el poder tras el trono, no podía ser de otra forma para un político tan hiperactivo como él. Por ende, debió dejar este mundo con el desasosiego de no ser partícipe del delicado e incipiente proceso de acercamiento entre Cuba y Estados Unidos, que será otra de las grandes etapas en la historia cubana.

Muchas imágenes pudieron causarle inquietud en sus últimos días de vida. Baste la siguiente para ilustrarlo: 57 años después de que los empolvados y sudorosos barbudos, encabezados por Ernesto “Che” Guevara y Camilo Cienfuegos, entraron triunfantes en La Habana, el martes 3 de mayo de 2016 hacía lo propio por el Paseo del Prado Karl Lagerfeld, el Kaiser, modisto alemán y diseñador en jefe de la casa Chanel.

Espectacular, radiante, elegantísimo, rodeado de glamorosas sílfides, disfrazadas de modelo, el Káiser se apropió de la tradicional avenida para presentar los diseños 2016-2017 de la afamada casa de modas, y todo al amparo de la apertura de Cuba al mercado global, otrora conocido como capitalismo. Imperialismo, diría Fidel.

Para quienes desde la distancia hemos sido testigos de la historia cubana esa imagen fue sorprendente, perturbadora y agorera de lo que se avecina para la isla. Triste advertencia para sus habitantes pues los cubanos no participaron del evento, se conformaron con ser mudos testigos del mismo.

II

El movimiento revolucionario impulsado en Cuba por el Che, Camilo Cienfuegos y Fidel Castro fue la primera voz que se alzó en el Siglo XX contra los intereses estadunidenses en el Continente Americano.

Con Fulgencio Batista, la mayor de las Antillas fue para Estados Unidos el gran casino; abastecedor de minerales y de azúcar; base para sus operaciones militares en la zona del Caribe y centro de negocios para los mafiosos de esa época, entre otras cosas.

En términos generales la clase trabajadora, sobre todo la del campo, padecía condiciones extremas de explotación; había un alto porcentaje de desempleo y la educación estaba reservada para la clase pudiente, por lo que el analfabetismo afectaba a un alto porcentaje de la población.

Estos fueron algunos elementos del caldo de cultivo que originó un fuerte descontento en la población de la isla, y llevó a Fidel Castro a emprender el movimiento armado que, luego de dos años de combates, concluyó con el derrocamiento del dictador en diciembre de 1958.

Con Fidel en el gobierno inició un proceso complicado para recuperar el dominio de la tierra y la industria que estaba en manos del capital estadunidense. Fidel vio en el socialismo la alternativa para el desarrollo y el futuro de Cuba, por lo que en abril de 1961 anunció la instauración de ese sistema de gobierno en la isla.

Para Fidel Castro el cambio sólo era posible con una revolución “porque había que romper muchos intereses, había que crear un poder totalmente nuevo y no comprometido con estos intereses para poder llevar a cabo todas las medidas que hicieron posibles estos logros”.[1]

Y si, la Revolución acabó de tajo con un régimen corrupto y dictatorial. Sin embargo, los intereses persistieron pues Fidel se alejó de Estados Unidos y se alió con la entonces Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), hecho que ocurrió, además, en plena Guerra Fría entre ambas potencias.

La revolución cubano-socialista nació en un contexto sumamente convulso. Para empezar, Nikita Krushev, el gran interlocutor de Fidel, gobernaba en la URSS desde 1953, había llegado al poder cinco años antes del triunfo de la Revolución cubana.

Además, varios puntos de tensión estaban en ese momento en la mesa política internacional. Uno de ellos, fundamental, tuvo que ver con el estatus de Berlín. Las diferencias al respecto entre Krushev y John Fitzgerald Kennedy, quien lideraba la postura occidental, dieron como resultado la construcción del ignominioso Muro de Berlín, que inició en agosto de 1961.

Con el infame muro dividiendo al mundo y la Guerra Fría en pleno, transcurrió el primer lustro de la Revolución cubana. Al sembrar el socialismo en Cuba, la isla se convirtió de inmediato en la piedra en el zapato de Estados Unidos, quien intentó removerla con la invasión, sin éxito, de Bahía de Cochinos, el 16 de abril de 1961.

Otro hecho significativo relacionado con el alineamiento de Cuba a la URSS fue la denominada crisis de los misiles. Fidel permitió que los soviéticos instalaran en la isla rampas para el lanzamiento de cohetes nucleares, lo que generó una gran tensión entre la URSS y Estados Unidos y mantuvo en vilo a la comunidad internacional.

Nunca el mundo estuvo tan cerca de un conflicto nuclear como en octubre de 1962, fecha en que se suscitó el problema.

Dos años después, en 1964, el gobierno de Lyndon B. Jhonson, en un esfuerzo por neutralizar al régimen castrista, inició un atroz bloqueo económico contra la isla, que persiste hasta nuestros días. De ese tamaño ha sido el encono estadunidense contra Cuba.

En ese contexto el gobierno cubano fue capaz de erradicar el analfabetismo, de desarrollar un sistema de salud pública de primer nivel, construyó viviendas para los trabajadores y se dio a la tarea de dejar atrás el monocultivo del azúcar. Logros, al menos los dos primeros, que ninguna nación del Continente Americano ha sido capaz de igualar.

Fidel no habría logrado esos avances sin el importante soporte económico que le proporcionó la URSS y el vínculo que estableció con los países del entonces bloque del Este. Esa cercanía le dio el éxito y también el fracaso.

III

Era un adicto a la conversación, tenía una voz frágil, casi afónica, pero con un terrible poder de seducción. Insomne, desordenado e informal, aparecía de visita a cualquier hora. No era tan alto ni tan corpulento como parece a primera vista. Así describió Gabriel García Márquez a Fidel Castro.

“Una noche, mientras tomaba en cucharaditas lentas un helado de vainilla, lo vi tan abrumado por el peso de tantos destinos ajenos, tan lejano de sí mismo…Entonces le pregunté qué es lo que más quisiera hacer en este mundo, y me contestó de inmediato: “Pararme en una esquina”.[2]

Sobre los legendarios, largos y emotivos discursos que Fidel pronunciaba por horas y horas, García Márquez escribió: “En otras ocasiones encontró que sus mecanógrafos habían cometido un error, y en vez de corregirlo al vuelo interrumpía la lectura y hacía la enmienda con el bolígrafo tomándose todo su tiempo”.[3]

En un discurso pronunciado en el XXXIV periodo de Sesiones de la Asamblea General de las Naciones Unidas, el 12 de octubre de 1979, en Nueva York, Fidel Castro cuestionó e hizo un llamado a la conciencia de los dirigentes mundiales:

“¿Por qué unos pueblos han de andar descalzos para que otros viajen en lujosos automóviles? ¿Por qué unos han de vivir 35 años para que otros vivan 70? ¿Por qué unos han de ser míseramente pobres para que otros sean exageradamente ricos?

Hablo en nombre de los niños que en el mundo no tienen un pedazo de pan; hablo en nombre de los enfermos que no tienen medicinas; hablo en nombre de aquellos a los que se les ha negado el derecho a la vida y la dignidad humana”.

“Unos países poseen… abundantes recursos, otros no poseen nada. ¿Cuál es el destino de éstos? ¿Morirse de hambre? ¿Ser eternamente pobres? ¿Para qué sirve entonces la civilización? ¿Para qué sirve la conciencia del hombre? ¿Para qué sirven las Naciones Unidas? ¿Para qué sirve el mundo? No se puede hablar de paz en nombre de las decenas de millones de seres humanos que mueren cada año de hambre o enfermedades curables en todo el mundo. No se puede hablar de paz en nombre de 900 millones de analfabetos”.

Cómo no hacer eco de esas palabras cuyo contenido sigue vigente después de 37 años de pronunciadas. Es imposible no darle la razón.

IV

El desmembramiento de la URSS liberó a los países del bloque del Este de su égida, lo que implicó para Cuba el fin del flujo de recursos comerciales y económicos con la potencia y sus satélites. De hecho ese proceso empezó desde que Mijail Gorbachov inició la perestroika en la URSS.

Con el bloqueo económico a cuestas el régimen cubano debió reajustar su economía interna mediante la instauración del denominado periodo especial.

La población padeció entonces el racionamiento de alimentos, de ropa, de energía eléctrica, de los servicios, generándose un descontento tal que resultó en la primera y única manifestación de que se tiene memoria en la historia del régimen, así como en la salida de miles de cubanos hacia Miami, en embarcaciones improvisadas, que fue conocida como la crisis de los balseros.

En entrevista con el periodista italiano Gianni Mina, Castro se refirió a la forma en que su gobierno fue atendiendo los problemas económicos, industriales y agrícolas de la isla para luego precisar: “…hasta llegar a la situación actual, que no es la de una gran abundancia ni la de una sociedad de consumo…y si una sociedad de justicia social, donde no tenemos hambrientos, no tenemos niños sin escuela, no tenemos enfermos sin médico, no tenemos familias sin empleo, no existe la discriminación de la mujer, no existe la discriminación racial, y, en fin, hemos creado una sociedad de justicia en un grado bastante avanzado”.[4]

¿Cuántos responsables hay aquí de la crisis que por años afectó y sigue minando la vida de la población cubana? ¿Fidel, Estados Unidos, la propia ONU? ¿Cuántos?

V

A cada embate estadunidense contra la isla el régimen castrista apretaba también el puño. Limitó las libertades de expresión y de asociación. Si no se quiere hacer caso de las denuncias sobre violaciones de derechos humanos hechas por las asociaciones cubanas en el exilio o que tienen base en la isla, los informes de Amnistía Internacional (AI) y de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) también dan cuenta de ellas.

El 21 de enero de 1992, por decisión del Consejo de Estado, fue aplicada la pena de muerte, por fusilamiento, al anticastrista Eduardo Díaz Betancourt, quien se infiltró en la isla junto con otros dos hombres armados para cometer atentados en lugares públicos.

Las leyes cubanas establecen la pena capital para ese tipo de acciones. Sin embargo, el régimen de Castro pudo haber conmutado esa pena y prefirió no hacerlo y enviar un mensaje de advertencia contundente al resto de las organizaciones anticastristas que operaban desde Miami.

El gobierno cubano replicó en la isla el esquema de dominio de la URSS, el cual permeó a los países que tuvo en su órbita. La paradoja es que el régimen cubano, terminó por ser igual a lo que abominó en términos de las restricciones que ha impuesto a los derechos humanos.

En el contexto de las diversas ceremonias efectuadas en Cuba para honrar la memoria de Fidel Castro, algunos periodistas destacaron el silencio que reinaba en las calles de la Habana tras la muerte del dirigente, unos lo atribuían al duelo de los cubanos, otros refirieron que el silencio era porque quien se atreviera a gritar una consigna en contra del régimen se podía hacer acreedor a una multa e incluso hasta podría ir a la cárcel.

VI

Los cubanos viejos, los que atestiguaron la hazaña de la Revolución y recibieron sus beneficios, realmente sienten tristeza por la muerte de Fidel y reconocen su obra. Para los más jóvenes quizá sea más difícil apreciar lo que fue la Revolución, pese a que se benefician de ella actualmente.

En Cuba, como en todo el mundo, hay una brecha generacional entre los viejos y los jóvenes. Pese a las limitaciones existentes en la isla, éstos tienen acceso a información sobre lo que pasa y se produce en el mundo y legítimamente desean lo que éste ofrece y que en su país es imposible conseguir.

El dilema para las nuevas generaciones es permanecer fieles a los ideales de la Revolución cubana o buscar la manera de salir de la isla y cumplir su muy legítimo deseo aspiracional.

Fue un desafío enorme plantar el socialismo a 369 kilómetros de Estados Unidos. Los sucesivos gobiernos de esta nación nunca bajaron un punto en la presión que ejercieron y que se mantiene de manera férrea contra Cuba, y todo indica que la misma continuará. Mismo problema con caras nuevas, en este caso Donald Trump versus Raúl Castro.

Los cambios sociales llevan tiempo, años, décadas, para poder consolidarse. La permanencia de Fidel en el poder, por 50 años, garantizó el éxito de sus medidas de gobierno, aunque a costa del estrangulamiento de las libertades individuales.

¿Pudo haber sido de otra forma? ¿Fidel se perdió en el marasmo del poder?

Sobre el particular García Márquez escribió: “…oyendo a Fidel Castro en tantas y tan diversas circunstancias, me he preguntado muchas veces si su afán de la conversación no obedece a la necesidad orgánica de mantener a toda costa el hilo conductor de la verdad en medio de los espejismos alucinantes del poder”.[5]

El poder, escribió John Ronald Tolkien, es tan peligroso que incluso los buenos no pueden usarlo sin corromperse. ¿Fue este el caso de Fidel?

Entronizarse en el poder pareciera que es la tendencia actual, ahí están los casos de Bolivia, con Evo Morales y de Venezuela, con Nicolás Maduro, quien se cocina a fuego lento en la hoguera de la crisis en que ha sumido a su país.

El juicio a Fidel y su gobierno empezó hace mucho y continuará aunque él haya muerto. Habrá que ver quién tiene la estatura moral para dar el veredicto final en este mundo del que nadie sale absuelto.


[1] Mina, Gianni, Habla Fidel, Edivisión, primera edición, 1988, México, p: 41

[2] Ibid: p: 28.

[3] Ibid, p:16.

[4] Ibid, pp: 44, 45.

[5] Ibid, pp: 25-26.


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